domingo, 24 de octubre de 2010

Entrevista ex-juez Guzmán


Usted escribió un libro: “En el borde del mundo, Memorias del Juez que procesó a Pinochet”. ¿Cuál es su convicción respecto de la capacidad que tenía Pinochet para ser juzgado?
En cuanto a la capacidad sicológica que tenía Pinochet, sus facultades mentales, pensé en algú...n momento que estaba algo perturbado. Pero todas las pericias analizadas, había a favor y otras en contra, me llevaron a concluir que estaba normal para ser procesado... Voy a hacer un alcance: si en Chile se hicieran informes sobre las facultades mentales de la población penal, más del 90% estaría peor que el general Pinochet en cuanto a facultades mentales se refiere. O sea, en mi concepto, estaba con las facultades mentales de una persona de 83 o 85 años, que naturalmente tiene algunas fallas. Muchas veces no tienen la memoria reciente, pero eso no significa que no tengan discernimiento, inteligencia, memoria a largo alcance, una distinción clara entre el bien y el mal, entre lo que le conviene y lo que no le conviene, sensibilidad y todas las características, en general, de la inteligencia. Él las tenía, era ampliamente procesable, podía ser sujeto a una sentencia sin ningún menoscabo y con todas las normas del debido proceso.

¿Qué sentimiento alberga usted cuando se le pregunta sobre Pinochet, frustración? ¿O queda con el ánimo tranquilo por haber hecho lo que se pudo?
Yo quedo con el ánimo bien tranquilo en cuanto a lo que hice como magistrado. Lo procesé en tres ocasiones y la Corte de Apelaciones bajó los cargos absurdamente, lo que nunca entendí. De autor, que es quien intelectual o materialmente realiza un acto criminal, era el punto de vista más lógico y lo que fue probado, a encubridor, esto es, una persona que entra a actuar después de perpetrados los hechos. Eso nunca lo entendí hasta el final, cuando me dí cuenta de que todo este proceso tenía que llegar a que no se le juzgara o, en el mejor de los casos, se le juzgara por un cargo muy inferior, que no iba a comprender la cantidad ni la calidad de los crímenes que fueron cometidos durante la dictadura militar.

Usted dice que le costó entender ese proceso. ¿Quiénes llevaban a cargo u operaron ese proceso para que Pinochet no fuera juzgado?

Lamentablemente, considero que hubo complicidad de parte de la Corte Suprema de entonces, del Gobierno, que curiosamente se trataba del gobierno de la Concertación, y obviamente hubo poca entereza por parte de la mayoría de los jueces que le tocó intervenir en esta causa. En realidad, la historia es muy difícil decirla desde un punto de vista individual, como lo estoy haciendo yo. Siempre debe haber componentes de toda índole, sociales, judiciales, que en este caso son los que más influencia hubo, pero también políticos. Esta es una causa que, lamentablemente, pienso que obedeció a un arreglo previo entre la Concertación y los actores políticos del momento, del 5 de octubre de 1988, la noche en que se decidió si Pinochet iba a continuar o simplemente iba a hacer caso a lo que la ciudadanía había elegido a través del plebiscito. Creo que esa noche se decidió el destino real de Pinochet, que no se le podía tocar, que no se le debía tocar y que no se le iba a tocar.

El Poder Judicial, al que usted perteneció hasta hace cinco años, fue el único al que Pinochet no tocó. No tuvo esa buena o mala suerte, me gustaría que usted me diera su diagnóstico. ¿Cuál es el peor momento que ha vivido la Justicia en nuestro país? ¿Cuando ese año ‘73 no es disuelta y queda genuflexa frente al dictador, o a través de todo el proceso -ya entrando en democracia- cuando sigue actuando de la misma manera en que lo hizo en esos 17 años, de manera cómplice?
Primero que todo, era un Poder Judicial enrabiado, encabezado por el señor (Enrique) Urrutia Manzano, que hablaba con hiel, siendo que los jueces deben ser serenos. Una de las características de la naturaleza de ser juez es ser sereno, estar por encima de las pasiones, porque tiene que juzgar a seres humanos. Entonces, durante los primeros años, y para ser más justo, durante los 17 años de la dictadura, el Poder Judicial se doblegó, fue obsecuente y le faltó -como dijo el Presidente Aylwin en algún momento- coraje moral. Creo que usó palabras muy suaves para querer expresar realmente lo que estaba diciendo.

Se rechazaron más de 10 mil recursos de amparo, pudiendo el Poder Judicial haber salvado la vida de más 3 mil personas que estaban en cárceles ilegales, en verdaderos hoyos donde eran torturados, muertos, tratados -las mujeres sobre todo, pero también los hombres- con la peor ofensa al ser humano, integralmente considerado.

Lamentablemente, el Poder Judicial se prestó para utilizar el sistema de los recursos de amparo para decir que no estaba pasando nada en Chile, lo que estimuló a los agentes de la dictadura a continuar con la represión en contra de todas las personas que no aceptaban el sistema dictatorial. Ahí es donde el Poder Judicial se doblegó y dejó de existir. Si bien la dictadura y Pinochet lo dejan existir, en la práctica, en lo que se refiere a DD.HH y todo lo que implicaba represión, lo suprimió como si lo hubiera hecho a través de la Constitución. O sea, no hubo Poder Judicial para las personas que más lo necesitaban en ese momento, porque estaban siendo torturados, vulnerados sus derechos humanos y asesinados.

¿Cuál fue su vivencia durante esos años, como parte de ese Poder Judicial genuflexo?
Nunca me tocó una causa de DD.HH. Durante mucho tiempo fui juez común a todo tipo de formas del Derecho: comercial, civil, laboral, penal, etc. Después, en Santiago fui juez del crimen, me tocaron causas comunes. Después, como ministro de corte, me tocó fallar sobre todo tipo de materias, durante 21 años. Estuve 36 años en el Poder Judicial, de los cuales 34 más o menos fueron durante la dictadura y post dictadura. No me tocaron causas de DD.HH., estuve bastante alejado de la temática, tuve una sola persona conocida que fue presa injustamente, que era el abogado Hernán Montealegre, casado con una amiga mía de juventud. Entonces, pertenecía al grupo socioeconómico cultural en Chile que estaba cercano a la dictadura y no creía, como tanta gente, en las barbaridades, y en la calidad y cantidad, que se estaban cometiendo. Como juez, me tocó en un momento ver cuerpos de personas muertas durante los primeros días de la dictadura, pensé que eran actos aislados, propios de enfrentamientos o, como lo decían los mismos militares, casualidades que ocurrían dentro de enfrentamientos. Lamentablemente, la mayor parte o gran parte del país pensaba como yo. Por eso escribí el libro “Al borde del mundo”, que es Chile obviamente, por su forma y la gran fosa que es el Pacífico. Y al mismo tiempo, porque así es nuestra vida, estamos siempre al borde, al filo de la navaja, entre el bien y el mal a veces de manera muy inmediata, con muy pocas tonalidades.

¿Qué le habría pasado al juez Guzmán de entonces si hubiese visto y se hubiese convencido de lo que estaba pasando en Chile? ¿Hubiese podido seguir su carrera judicial?

Seguramente estaría desaparecido, porque lo que pienso hoy lo pensaron esas más de 1.200 personas que siguen desaparecidas. Creo que pensaban y actuaban conforme debían actuar ante una situación de injusticia y conocimiento de lo que estaba pasando. Esa gente fueron resistentes, heroicos. Creo que si hubiera sabido, me habría puesto en el lado de ellos.

Usted luego retomó una tarea que podría haber hecho en dictadura, y la hizo en democracia, siendo una voz activa, por ejemplo, en la defensa de los mapuche. Hoy estamos obnubilados por lo sucedido en el norte, pero hasta hace unas semanas nuestro país estaba prácticamente quebrado por una huelga de hambre que nos tenía agónicos por la situación y el trato que se le ha dado al pueblo mapuche. Usted ha dicho que “las leyes penales que se están aplicando a los comuneros mapuche son propias de un régimen fascista”. Voy a apelar ahora al abogado Juan Guzmán, ¿hasta cuando vamos a seguir viviendo un régimen fascista, con leyes emanadas de una dictadura?

Nuestro país se caracteriza por tener un doble estándar. La Concertación habló tanto e hizo tanto en un momento determinado y tan buena resistencia, tanto en Chile como en el extranjero, para que nos estableciéramos como país democrático con todas las características, porque lo importante no es solamente decirlo sino que serlo. Me estoy refiriendo desde el Presidente Frei Ruiz-Tagle para adelante, porque la labor que hizo el presidente Aylwin, creo que todos la reconocemos como extraordinariamente de ajuste del período de la dictadura a esta nueva situación que habíamos perdido durante tantos años, y considero que su labor fue extraordinaria. Hubiera querido más, pero en cuatro años fue muy poca la oportunidad que tuvo, hizo todo lo que pudo en materia legislativa. Quizás faltó algo en relación a los mapuche, pero por lo menos dio primeros pasos.

En ese momento, principios de los ‘90, ¿usted hubiera estado de acuerdo en haber llamado a una Asamblea Constituyente?
Desde luego.

¿Qué pasa con el Poder Judicial? ¿Por qué no fue más fuerte en haber abierto los ojos a la población respecto a lo que estaba pasando?

No, el Poder Judicial debe abocarse a las causas que está conociendo…

Pero son los que más conocen las leyes y saben que con ese drama era muy difícil empezar a hacer justicia.

No le correspondía este papel al Poder Judicial, le correspondía a los políticos, senadores, diputados, al Gobierno, y no lo hizo. Desde luego, siguió aplicando las mismas normas, la normativa relacionada con las conductas terroristas, la ley de Seguridad del Estado y lo que jamás corresponde, aplicar un fuero militar a nosotros los civiles. Siempre me gusta dar este ejemplo, para que la gente sepa lo que es un delito militar: el ejemplo más claro es un centinela que está junto a la muralla para que no ataquen un regimiento, se queda dormido y se le debe castigar en tiempos de guerra a penas superiores a 10 años y un día. Eso es un delito militar.

Pero si yo robo o le pego a un militar, y soy un civil, no es un delito militar, es un delito común. El fuero militar está para los militares. Ahora, si un militar roba, tampoco está cometiendo un delito militar, es un delito común que corresponde a la justicia ordinaria. Entonces, estos delitos se extienden en la dictadura a los civiles, y si por ejemplo un carabinero me ataca y yo me defiendo, le tomo la chaqueta y se le salen tres o cuatro botones, se me condena a 541 días por maltrato a Carabineros. Esas normas se siguen aplicando y lo peor es que ¿a quién le corresponde conocer y juzgar sobre esas materias? A la Justicia Militar, que lamentablemente es parcial, defiende a los propios y no aplica las normas penales más graves que corresponden a los militares en los casos que ponen en peligro al país, a un regimiento, a un grupo de personas que están defendiendo en forma militar, etc. Por eso me gusta aclararlo.
Pero lo peor junto con la aplicación de la Justicia Militar es que existan leyes como la de conducta terrorista, que permiten una arbitrariedad extraordinaria por parte del elemento investigador, de los fiscales. Pueden retener a una persona durante diez días antes de presentarla al juez de garantía. ¿Se imagina lo que eso implica? Tenerlo parado muchas veces, no dejarlo comer, dormir, llevarlo a la desesperación, que lo que se pretende es que confiese. Son normas represivas, por eso digo que son fascistas. Implican eliminar al enemigo interno. Antes fue el comunismo y todas aquellas personas que para el Gobierno eran tales, y hoy somos nosotros, los mapuche y la parte de mapuche que tenemos nosotros también.
Queramos o no, somos un pueblo mestizo, especialmente los que decimos pretenciosamente “mi familia está en Chile hace 500 años”. Bien, entonces tiene mucho más de mapuche que el hijo de inmigrantes alemanes, por ejemplo, que está aquí hace dos generaciones y solo tiene sangre alemana, con todo el respeto que todas las sangres merecen.

Pero además está el pueblo mapuche en sí que quiere ser mapuche. Yo puedo ser mapuche si quisiera, si quisiera vivir la cultura, religión, costumbres, tradiciones mapuches. Yo podría hacerlo, me voy a una comunidad, vivo como tal y nadie podría impedírmelo, porque en Chile existe la libertad de hacer todo lo que no es contrario a las leyes.

Usted contaba que en su carrera judicial le contó dirimir juicios comerciales. Hay una mezcla interesante en la que usted está imbuido, entre enormes empresas como las forestales, específicamente en la planta Valdivia de Celulosa Arauco y Constitución, conocida como Celco, a propósito de su dudoso comportamiento social y ético. Tenemos el componente empresarial y el componente civil, que pueden ser mapuches, pero también mineros, a la luz de lo que ha pasado en las últimas semanas. ¿Cuál es su diagnóstico de la relación trabajadores-empresas en Chile?

Fíjese, a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César. Me considero apolítico, independiente, y lo soy, podría hablar horas al respecto. Pero respondiendo su pregunta, ocurrió lo mismo en el norte y en el sur. En el norte, el Estado hizo todo lo que estuvo en su poder para lograr la gran obra y labor humana que fue salvar a los mineros. A todo costo, yendo el Presidente permanentemente, ministros de Minería, de Salud, hasta de RR.EE. con la llegada del Presidente Evo Morales, que era lo que correspondía. Pero al mismo tiempo, había 34 mapuche en huelga de hambre por la injusticia de la aplicación del código de Justicia Militar y la ley de conductas terroristas. Y naturalmente, toda la represión que se hace permanentemente en relación a los mapuches en los sectores que tradicional, histórica o por último físicamente son suyos, en muchos casos. El Presidente, yo encuentro, que dio igual trato. Y esto me llama extraordinariamente la atención, porque es lo que debió haber hecho la Concertación. Ahora que es oposición, claro, es fácil gobernar en oposición. Puedo decir cualquier cosa y como no está en mi poder cumplirla, simplemente aparecen como futuras promesas que generalmente no se cumplen. Yo estimo realmente que el acto, que además fueron ministros de Estado, hubo un interés extraordinariamente grande, conversaciones con las iglesias, con políticos locales…

¿Usted cree que se llegue a un buen puerto? Porque hay dudas del cumplimiento total de algunas promesas.

Yo creo que sí. Es que algunas promesas no pueden cumplirse, son materia de lo que se resuelva en el Senado y en la Cámara de Diputados. Eso depende de las mayorías, de que a veces no tienen la valentía suficiente, salen para no integrar las comisiones, o se salen de las Cámaras para no votar…

Pero respecto del Ejecutivo y las promesas que hizo a los mapuche en huelga, ¿cree que va a cumplir?


Sí, creo que debe cumplir, espero que cumpla. Como ciudadano chileno lo deseo con todo mi corazón porque quiero que mi país sea realmente democrático. Ahora, si va a cumplir o no, creo que es más probable que cumpla a que no, porque hemos visto que en este Gobierno el Ejecutivo está funcionando.
Fotografía y Fuente: Radio Universidad de Chile. Octubre - 2010...

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